El rincón del pediatra
Dr. Fernando García-Sala Viguer | Pediatra colegiado Nº 7565
Siguiendo con la patología quirurgica de la mano del Dr. Carlos García-Sala Viguer, Jefe del Servicio de Cirugía Pediátrica del Hospital “La Fe” de Valencia, abordaremos la problemática de la hernia inguinal.
Este tipo de hernia es al igual que la umbilical muy alarmante para los padres cuando no conocen la posible evolución y el tratamiento al que puede ser sometido su hijo. Por otro lado, las hernias inguinales a diferencia de las umbilicales, necesitan siempre corrección quirúrgica ya que no tiene tendencia a la curación espontánea.
Su incidencia es mayor en los prematuros y su origen es común al de otras patologías como hidroceles (liquido en la bolsa testicular) y quiste de cordón y no es más que un orificio que permite que pase liquido con lo que tendríamos el hidrocele o paso de intestino que es el que ocasiona el bulto en la zona inguinal en el caso de las hernias. Este bulto en dicha zona es el que nos marcará el diagnóstico del problema.
Si hay pocas dudas sobre la necesidad de la operación, si procede discutir el mejor momento de ésta y en algunas situaciones especiales. En condiciones óptimas de asistencia quirúrgica la indicación se hace desde el momento del diagnóstico, pero esta actitud debe matizarse ya que puede retrasarse en el caso de niños prematuros siempre y cuando no haya episodios de incarceración por el riesgo de estrangulación y la posterior urgencia quirúrgica. En principio no es necesaria la intervención sistemática de ambos lados. No está en ningún caso indicado la demora de la intervención utilizando un braguero, ya que la operación puede realizarse incluso aunque el niño padezca cualquier enfermedad o malformación más o menos grave y su uso indiscriminado puede traer problemas como las dermatitis en la zona del pañal, las incarceraciones por mala colocación y las atrofias testiculares por compresión.
El propósito principal de la intervención denominada herniorrafia inguinal y realizada bajo anestesia general, consiste en separar el conducto herniario de los tejidos vecinos (vascularización del testículo y conducto deferente), suturarlo en la base para cerrarlo y extirparlo. Al cerrar el saco herniario inguinal se evitaran las posibles complicaciones inherentes a la protrusión del contenido intraabdominal (incarceración herniaria).
No hay ninguna alternativa de tratamiento. La intervención quirúrgica es necesaria para evitar el riesgo de estrangulación herniaria y lesión intestinal. Las posibles consecuencias de esta intervención serán la aparición de dolor y de un pequeño edema transitorio en la zona de la incisión o en el escroto, problemas derivados de la incisión como parestesias, neuralgia, intolerancia a puntos e hipertrofia de la herida. Son complicaciones mucho menos frecuentes la recidiva de la hernia, y en algunos casos excepcionales puede producirse atrofia testicular o lesión del conducto deferente. Cabe la posibilidad de que posteriormente aparezca una hernia en el otro lado, pero este dato no justifica la intervención del otro lado, si no hay evidencia de hernia. La recuperación es buena y pueden volver a su actividad habitual en un plazo corto de tiempo. Puede intervenirse en régimen de cirugía mayor ambulatoria.
En cualquier caso, pese a la adecuada elección de la técnica, toda intervención quirúrgica pediátrica, tanto por la propia técnica como por las peculiaridades clínicas específicas de cada niño, lleva implícita una serie de posibles complicaciones comunes y potencialmente serias.